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La importancia de la vibra. - Maria Gómez, CRISIS


Habrás oído hablar de la famosa Ley de la Atracción. Yo conocí esta ley a mis 21 años. En uno de esos retiros de yoga, de los que ya te he hablado, conocí a un hombre que me resultó muy interesante. Era exitoso, había escrito varios libros y, aparentemente, tenía la vida que deseaba. Al parecer, no todos estábamos en crisis en ese lugar.

Su discurso me resultó muy atractivo, hablaba de cosas que yo todavía no conocía. Me habló de un documental que se había hecho muy famoso: “El Secreto”.

Cuando regresé del retiro, busqué el documental, lo vi y me fascinó. Me empapé de sus enseñanzas. Me compré el libro y trataba de practicar lo que proponía.

Básicamente, "El Secreto" explica la Ley de la Atracción, una ley universal basada en la idea de que "lo semejante atrae a lo semejante". Se sostiene que todos estamos formados de energía y que nuestra vibración se emite como una onda. Al igual que cuando buscas una emisora en una radio antigua, sintonizas con aquello que vibra en la misma frecuencia que tú. Personas, situaciones, experiencias... todo llega por resonancia.

Esta vibración se genera a partir de tus pensamientos y sentimientos. Así como piensas, sientes. Y así como sientes, vibras. Y como vibras, atraes.

Por eso, tus pensamientos importan. Pero tus sentimientos aún más, porque contienen la carga emocional, el movimiento. Aquí conviene hacer una distinción importante: la emoción es una respuesta natural, espontánea y útil. La rabia, por ejemplo, te sirve para poner límites; la tristeza, para recogerte, para reflexionar y, en muchos casos, para canalizarla en forma creativa; el miedo, para protegerte y ayudarte a sobrevivir. Las emociones nos impulsan, nos movilizan, nos dan información valiosa sobre lo que estamos viviendo.

Pero el sentimiento aparece cuando esa emoción la racionalizas, la enredas con tus pensamientos, la alargas en el tiempo y la transformas en una narrativa mental. Lo que antes era una rabia útil para marcar un límite, se convierte en resentimiento o en fantasías de venganza. La tristeza puede transformarse en melancolía estancada o en depresión. El miedo, en pánico o parálisis. La emoción, bien gestionada, no desgasta; el sentimiento sostenido desde la mente, sí. Por eso es tan importante aprender a distinguirlas y permitir que la emoción cumpla su función sin quedarte atrapada en el bucle mental del sentimiento.

Manifestar no es tan fácil como parece. El universo sí concede deseos, pero lo hace en coherencia con tu vibración, no con lo que simplemente piensas o dices. No distingue entre afirmaciones positivas y negativas en términos lógicos; responde a la energía emocional predominante detrás de tus pensamientos. Si repites "no quiero sufrir más" pero estás vibrando en miedo y en rechazo, el universo percibe esa vibración y responde a ella, trayéndote más situaciones alineadas con esa energía. Por eso es tan importante revisar lo que estás sintiendo cuando deseas algo. No se trata solo de visualizar un futuro ideal, sino de convertirte en la persona que pueda sostenerlo desde su frecuencia vibratoria.

Tampoco es inmediato. Imagínate si todo lo que pensáramos se materializara al instante. Se te cruza por la mente un mono tocando platillos... y aparece. Y así con el sinfín de pensamientos tóxicos que tenemos a lo largo del día. Sería un caos. Por eso, no te preocupes si estás en una mala racha. Tienes margen para reconfigurar tu vibración, pero requiere consciencia, práctica y compromiso.

De ahí la importancia del autoacecho. De vivir con conciencia. De asumir la responsabilidad de tu energía, tus pensamientos y tus emociones. Y, como ya has visto, de soltar el control y confiar en el proceso.

Manifestar no es solo desear. Es actuar en coherencia. Dar pasos reales hacia tus sueños desde la certeza de que ya están en camino. Es un acto profundo de fe.

Yo estuve muy alineada con esa vibra durante un tiempo. Era más feliz. Pero también era joven, y no tenía claro qué quería. Pedía cosas pequeñas, sencillas. Con el tiempo, perdí constancia, olvidé mis sueños y entré en crisis de fe. Me frustraba que las cosas no salieran como esperaba. Pensaba que no lo estaba haciendo bien. Pero hoy entiendo que simplemente había un plan mayor. Que tal vez mis deseos estaban en camino, pero necesitaba prepararme para recibirlos.

Así que te pregunto: ¿Estás preparada para recibir tus sueños? Porque si no puedes sostenerlos, no llegarán. Sería como darle una planta a alguien que no sabe regarla. Tus sueños necesitan espacio, madurez y disponibilidad emocional.

Te cuento algo personal. Hace años, tuve una visión muy clara: una casita de madera en la montaña, un marido, un hijo pequeño. Adopté esa imagen como mi sueño. Pero en una formación de chamanismo, compartí mi frustración con un maestro porque me parecía que nunca se materializaba ese sueño en esta realidad. Él me dijo: "Cierra los ojos e imagina que mañana te despiertas con esa vida". Lo hice. Y me asusté. No estaba lista para renunciar a mi independencia. Ahí entendí que tal vez aún no estaba preparada.

Años más tarde, ya en pareja, traté de forzar que ese sueño se hiciera realidad. Aceleré los tempos. Presioné. Intenté controlar. Y la relación, que parecía estable, terminó de forma repentina. Me costó entenderlo, pero luego vi mi parte: quería materializar un sueño que ni siquiera sabía si era mío.

En una terapia holística comprendí que aquella visión no era una profecía de futuro, sino un recuerdo de una vida pasada. Y que forzarla en esta vida solo me generaba sufrimiento. Me había apegado a una imagen que ya no encajaba con mi realidad.

Hoy ya no insisto tanto. Confío. Si tiene que ser, será. Si no, lo que venga será mejor. Porque lo que sucede, conviene.

Y mientras tanto, elijo sostener una vibra que se parezca lo más posible a la vida que quiero vivir. Porque sé que, tarde o temprano, si vibro en esa frecuencia, allí nos encontraremos.



 

 
 
 

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