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Una única herida

Actualizado: 13 ene 2020

Todo el mundo estamos enfermos de lo mismo. El abandono.


En Chamanismo aprendí que antes de los tiempos del Sol éramos gotas de agua de un mismo océano. En el momento en que cada una de esas gotas decidió separarse para vivir experiencias experimentó por primera vez la separación del todo, la sensación de abandono.

Este sentimiento nos ha ido acompañando vida tras vida y ha sido revivido en cada parto, en cada ruptura, en cada cambio incrementando nuestro miedo a estar solos.

Sobre esta herida hemos ido inventando capas y capas de miedos, de rabia y de tristeza, capas que generan sufrimiento.

Aprendí también que sólo tú puedes sanar tu herida. El dolor que sientes por esa sensación de vacío te lleva a intentar llenarlo con cosas externas que te satisfacen por un momento pero al poco el vacío regresa.

La única disfunción del humano es la búsqueda del Ego hacia a fuera para llenar el vacío de dentro.


¿Cuál es la verdadera sanación?


El milagro ocurre cuando te das cuenta de que estás enfermo por un miedo que has inventado tú, pues cuando buscas hacia adentro y no hacia fuera te das cuenta de que ya eres completo.

Pero estamos distraídos, muy distraídos.

En el juego de la vida te pasan cosas que no te dejan indiferente y tú decides jugar inventando un personaje e identificándote con él. Si has decidido ser víctima, vas a sentir profunda tristeza, pues no vas a entender nada de lo que te está pasando y te vas a rendir ante ella cayendo en depresión. Si has decidido ser verdugo te vas a llenar de ira porque no vas a entender nada de lo que está pasando y te vas a enfadar con el mundo y luchar contra una guerra que en realidad solo existe en tu mente. Si finalmente has decidido ser salvador, vas a querer eso, salvar a todo el mundo con un punto de prepotencia inconsciente pues crees que el mundo debe ser salvado por ti, el elegido, esperarás algo a cambio por todo tu esfuerzo y al ver que el mundo no cumple tus expectativas vas a caer en el rol de víctima y finalmente te vas a rendir sumido en una profunda tristeza.


Y así nos pasamos los días, jugando al triángulo dramático con nosotros mismos y con los demás y ¿con qué fin? Con el fin de obtener atención, energía de los demás, para llenar ese vacío y esa sensación de abandono que todos sentimos en realidad.

Pero jugar a este juego en el fondo no te satisface porque es agotador, te quita energía.

Sólo vas a sanar tu herida iluminándola, poniendo luz, haciendo consciente lo inconsciente.

Date cuenta de que estás herido, mírate con la compasión con la que mirarías a un niño que ha sido abandonado, mira a los demás como niños abandonados y recuerda que eres gota de ese océano que somos todos, por lo tanto ya tienes las propiedades del océano, eres océano. Nunca estuviste solo, pues tú eres el todo.


Nosotros creamos nuestro propio sufrimiento olvidando que somos todo e identificándonos con los personajes que hemos inventado para poder interaccionar con el mundo y finalmente dejar de sentirnos solos. Pero cuando vemos que no podemos obtener la energía del otro, pues él también está en esa lucha de poder, acabamos sufriendo, derrotados.

Sal del triángulo dramático y relaciónate con el mundo desde el observador, desde tu verdadero ser, que mira a los demás como niños abandonados, con ojos de compasión, que no de salvador, y ofreciendo un amor incondicional que acabará con tu sufrimiento y con el de los demás.




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