top of page

SOLTAR EL CONTROL

Mujer confiando en el Universo
Mujer confiando en el Universo

Hoy te quiero compartir uno de los capítulos de mi nuevo libro CRISIS. Todavía está la campaña activa en Verkami, ya quedan menos de 20 días y todavía necesito un último empujón para que este libro vea la luz. Así que si te inspira este capítulo y este proyecto te invito a compartir y a participar en mi campaña para conseguir el ejemplar completo y algún regalito más que estoy preparando. Puedes ver la campaña en el enlace que te dejo después del capítulo 11. SOLTAR EL CONTROL - Maria Gómez, CRISIS.


Qué gran reto...

Al menos, para mí.

En los últimos años me he dado cuenta de que tengo una necesidad muy fuerte de tenerlo todo organizado y bajo control. Me gusta planificar, anticiparme, tener estructura, prever lo que va a pasar. Eso me da una sensación de seguridad... o al menos, me la daba. Porque con el tiempo me he dado cuenta de que, en realidad, el control no es más que una ilusión.

Cuando alguien insinuaba esa cualidad en mí, yo no podía verla. Muchas veces no la veía porque solía venir de parte de alguna de mis parejas anteriores, en situaciones que me hacían sentir cuestionada, y me lo decían de una forma que interpretaba más como celos, algo con lo que yo nunca me he identificado. Siempre he creído que no era celosa (aunque quizás también sea momento de revisar esa creencia). Sin embargo, con el tiempo me he dado cuenta de que, en realidad, necesitaba tener el control la mayor parte del tiempo. Y ahora me doy cuenta de que incluso querer asegurarte del compromiso del otro, del futuro de la relación o de cómo se sienten contigo, también puede ser una forma de control. Y entonces me pregunto: ¿hasta qué punto hay amor verdadero si hay control de por medio? ¿Puede haber amor incondicional cuando una parte necesita asegurarse constantemente de lo que va a pasar?

Y ahora, cuando reflexiono sobre todo ello, me doy cuenta de que incluso más allá de las relaciones o el ámbito personal, para mí "tener todo bajo control" era un patrón generalizado que, como ya te he dicho, me hacía sentir "segura". El orden, la estructura, los tiempos... tener dominio sobre todo ello me "relaja". Es curioso, ¿no? Porque aparentemente parece imposible. Si estás pendiente de que nada se salga de su sitio, en realidad estás en una tensión constante, así que ¿dónde hay espacio para la relajación?

El control te proporciona una ilusión de seguridad. Y digo ilusión porque, en realidad, nada es seguro. En cualquier momento sucede algo inesperado que cambia por completo tus planes. ¿Entonces qué pasa? Ahí es donde quiero llegar.

Ser una persona controladora puede ser una maldición si no te desapegas del resultado.

¿Qué esconde exactamente esa necesidad de controlar?

El control no deja de ser un intento del ego para protegerse. Tener todo bajo control nos "garantiza" un resultado satisfactorio según nuestras expectativas. Eso quiere decir que, si lo hago todo bien, no me van a rechazar. Y para que todo salga bien, tengo que tener un plan elaborado. Al final, las personas que somos muy controladoras tenemos una terrible falta de confianza: en nosotras mismas y en la vida.

Tener todo bajo control significa que no confías en los tempos de la vida. No tienes fe en que haya un plan mayor que esté obrando a tu favor para aportarte aquellas experiencias que tu alma realmente necesita para desarrollarse.

El control, en el fondo, también es prepotente. Demuestra que creemos saber más que el universo, más que la vida misma. Que nuestra idea de "lo que debería ser" es mejor que lo que está sucediendo.

¿Y qué es lo correcto? ¿Y qué es lo incorrecto? ¿Quién tiene ese baremo?

¿Hasta qué punto tener el control de todo es saludable? Y, en cualquier caso, ¿a quién beneficia? ¿A tu alma, o a tu ego que se protege del miedo, del error, del dolor?

Esta incapacidad por soltar el control es incapacidad de rendición. Es agotadora. Y lo digo con conocimiento de causa.

Es cierto que, cuando todo está "bajo control", se siente una especie de orgullo... pero ese orgullo ¿a quién alimenta?

Esta es una de mis mayores luchas. He soltado mucho el control en muchas situaciones, pero reconozco que todavía hay ámbitos de mi vida en los que me cuesta. Me gusta la estructura, la planificación, el orden. Y en el trabajo, lo valoro. Pero lo que he aprendido es que tengo que desapegarme del resultado.

Ocuparte de tu parte está bien. Estructura, planifica, toma decisiones. Pero si algo no sale como esperabas... no pasa nada.

Mi problema era que, cuando algo se salía del plan, entraba en crisis. En drama. Pensamientos como "todo me sale mal" me invadían. ¡Con todo el esfuerzo que puse!

Ahí estaba mi gran aprendizaje: planificar está bien, pero confía en que lo que sucede, conviene.

Esa frase la repite mucho una amiga mía muy sabia, y desde que la comprendí, la tengo tatuada a fuego en mi mente.

He aprendido que cuando algo no sucede como yo esperaba, es Dios (o el Universo) protegiéndome de mis propios planes.

Soltar no es perder, es confiar.

Suelta el resultado y déjalo en manos de lo sagrado. Tu ego cree saber. Pero la vida... sabe más.

¿No te ha pasado alguna vez que todo lo tenías muy bien planificado, y por cualquier circunstancia, no salió como querías? Y de repente entras en pánico, controlado por el miedo, y te bloqueas. Y entonces todo acaba peor.

Aunque no es exactamente un ejemplo de fatalidad, a mí me pasó algo relacionado con el control el año pasado, durante mi primer retiro espiritual. Como soy una persona muy organizada, planifiqué absolutamente todo: los horarios, las actividades, los materiales, los posibles imprevistos... y desde fuera, todo salió impecable. Pero por dentro, mi cuerpo decía lo contrario. Migrañas, estreñimiento, tensión constante. No pude disfrutar por completo del retiro porque mi necesidad de que todo saliera perfecto me sobrepasó. Fue entonces cuando comprendí que el exceso de control, lejos de darme seguridad, me estaba enfermando.

Mi salud sufrió las consecuencias de mi exigencia. Tener el control te quita energía. Literalmente.

¿En qué momento pensaste que el universo entero dependía de ti? ¡Qué peso! ¡Qué ego!

Y otras veces... lo contrario. Has escuchado esa frase: "los planes improvisados son los que mejor salen"?

Pues eso.

Mi aprendizaje sigue. Aprendo a dar pasos hacia donde creo que debo ir, pero con apertura a lo que venga. Con fe. Y con humildad.

Ahora mismo estoy en pleno proceso de compra-venta de un piso. Dependo de bancos, de mis padres, de la asignación de colegio del año que viene... de tantas cosas que no puedo controlar. Solo puedo confiar. Hago mi parte, pero dejo que la vida haga la suya.

Mi mantra: "Lo que sucede, conviene."

Si no es este piso, es porque hay algo mejor para mí. Lo siento como verdad, y, por tanto, lo manifiesto.

He tenido momentos de miedo, de querer manipular, de desesperación. Y ahí me vi haciendo algo que no me gusta: mentí en el estudio hipotecario para parecer más solvente. Pero enseguida me di cuenta. Rectifiqué. Envié un mail y dije la verdad. Porque si voy a empezar una nueva etapa, quiero que sea desde la verdad, no desde el miedo.

Mentir era una carga. Soltar esa mentira fue un acto de poder.

No quiero una vida sostenida desde el control, el miedo o la manipulación. Quiero una vida vibrando en la verdad, en la confianza, en el amor.

Y la vibra, lo es todo.



 
 
 

Comments


bottom of page