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Foto del escritorMaria Gómez Álvarez

Capítulo 17-Lia

Actualizado: 16 jul 2020

Lía me escribió. Su abuela se estaba muriendo.

Lía es mi amiga de la universidad. Estudiamos juntas la carrera de Educación, pero antes de eso ella también comenzó la carrera de Química, si no recuerdo mal se quedó en tercer curso.

Te digo esto porque quiero que entiendas que Lía tiene una mente científica, por lo que todo lo que hago le parece difícil de creer. Suele ser bastante escéptica, pero confía y cree tanto en mí que todo le acaba pareciendo posible.

Ese día, Lía estaba desesperada. Sentía que su abuela se iba apagando poco a poco y necesitaba algo de ayuda extra. Al tener la muerte tan cerca quiso una visión más espiritual, supongo que a modo de consuelo.

Me preguntó si podía realizar uno de mis viajes chamánicos para ver cómo estaban las cosas en el plano espiritual, si podía recibir algún tipo de mensaje, si podía realizar algún tipo de sanación, algo que ayudara a su abuela a trascender y que ayudara a su familia a encontrar algo más de consuelo. Obviamente, le dije que sí.

Aprendí a hacer estos viajes chamánicos en mis primeros cursos con Héctor y M.ª Luisa.

Viajar a los diferentes mundos me permite obtener información sobre algunas situaciones de vida de las personas, siempre y cuando tenga su consentimiento.

En el curso de extracción también aprendí a viajar por el mundo de en medio para realizar sanaciones a distancia, así que tengo varias opciones para visualizar lo que está pasando a nivel espiritual.

En este caso realicé un viaje chamánico por el mundo de en medio, el nuestro, para poder ver el alma de su abuela y realizar sanación con Miko.

Para realizar este tipo de viaje necesito estar en posición de meditación, a oscuras, incluso me vendo los ojos para no tener ninguna distracción, por leve que sea la luz. Me pongo el sonido del tambor e invoco la presencia de Miko.

Cuando siento que Miko está a mi lado, le pido que me lleve junto a la persona que debo tratar, entonces veo como salimos, en mi caso, por la ventana de mi consulta, como realizando un viaje astral.

A veces me veo montada encima de él, a veces como si los dos pudiéramos volar cogidos de la mano, otras veces me veo ya en el lugar.

Miko me llevó hasta el hospital. Allí encontré a la abuela de Lía tumbada en una camilla. Se veía muy vieja, muy demacrada, pálida. Realmente, tenía muy mal aspecto, aunque todavía respiraba.

En este tipo de sanaciones los espíritus suelen ser algo bestias, por lo que no te asustes si en algún momento lees que destripan a los pacientes, los abren en canal o les arrancan alguna parte del cuerpo. No sé por qué, pero trabajan así.

También diferenciar que en este tipo de sanaciones a distancia suelo visualizar a Miko trabajar por su cuenta, yo me mantengo al margen, rara vez me hago uno con él, es diferente de la extracción. Sin embargo, mi presencia y mi intención son necesarias, si no la sanación no sucedería.

Miko se acercó al cuerpo de la abuela y lo abrió de arriba abajo. De cabeza a pies, dejando una brecha, como si de una cremallera abierta se tratara, y de ahí sacó el alma de la abuela de mi amiga.

Su aspecto era el de una chica realmente hermosa. Tenía el cabello castaño, largo y ondulado, unos preciosos ojos color miel y turquesa, unas facciones muy agradables. Era una chica joven, realmente preciosa y con una vitalidad propia de una chica de 20 años.

Al salir de su propio cuerpo, rejuvenecida, sentí que su alma estaba desorientada. Me miró —esta vez a mí, no a Miko— intentando descifrar quién era yo y qué hacía allí.

Le hablé, no con la voz, sino con la mente, como si tuviera poder telepático. Le dije que venía de parte de su nieta, que tenía un mensaje para ella.

Le dije que no temiera a la muerte, pues solo era parte de un viaje. Que no sufriera, que partiera tranquila, que Lía se sentía fuerte y quería que ella estuviera en paz. Que yo cuidaría de mi amiga, por mí y por ella.

Recuerdo que la que estaba conmovida en esa visión era yo. Notaba el recorrido de mis lágrimas por mis mejillas, me parecía hermoso y emotivo.

Al recibir el mensaje, el alma joven me dio un rubí. Un anillo para que se lo diera a Lía, para que lo llevara en el corazón. Fue la primera vez que escuché su voz; me hizo gracia ver que tenía acento sureño. Me dijo que ese rubí le recordaría a Lía que su sangre corre por sus venas, me dijo: recuérdale que yo estoy en ella.

Allí mismo, al lado de la cama invoqué a Gael para que la acompañara en su transición. Sentía que estaba preparada para irse, pero algo la retenía.

Me dijo que todavía no podía irse, que tenía una promesa, algo pendiente, pero supe que esa misma noche partiría.

Ahí terminó la sanación, ella estaba preparada, pero esperaba algo. La dejé con Gael, allí de pie, al lado de su cuerpo físico, que Miko se encargó de llenar de flores antes de volver a unir esa brecha por la que liberó su alma.

Regresé a mi estado de conciencia normal y le mandé un mensaje a Lía para poder reproducir todo lo que había visualizado de la forma más meticulosa y fiel posible.

Al escuchar el mensaje, Lía me respondió. Me dijo que todo lo que había visto tenía mucho sentido para ella y para su familia, pues quiso compartirles el mensaje.

Lía me dijo que su abuela les había hecho una promesa, que viviría hasta los 100 años, y cada vez que se reunían en familia, sus nietos se lo recordaban, pues la tenían en gran estima, la adoraban. Lía siempre me ha dicho que su abuela era una de sus personas favoritas, y conociendo a Lía, ¡su abuela tenía que ser la caña!

La abuela tenía 94 años, no llegaba a alcanzar la promesa.

Al oír mi mensaje, Lía invocó a Isis, su animal de poder que le recuperé hace tiempo, para que le diera un mensaje a su abuela. Aunque Lía tiene una mente muy científica, ya te he dicho que confía tanto en mí que cada vez está más abierta a este tipo de experiencias.

El mensaje de Isis a su abuela fue que marchara en paz, que la perdonaban por no haber podido cumplir su promesa de llegar a los 100, pues su compañía siempre había sido grata y enriquecedora y la recordarían hasta el fin de los días. Querían que estuviera bien, que se fuera tranquila.

Mientras todo esto estaba sucediendo, estaba toda la familia allí reunida. Todos menos un primo de Lía que estaba de vacaciones en la otra punta del mundo y discutían entre tíos y primos por si debían llamarlo para darles la noticia de que la abuela estaba en sus últimos momentos, a punto de expirar.

Finalmente, llamaron al primo que no podía estar presente, y mientras le daban la noticia, la abuela, al fin, murió.

Recuerdo que Lía me lo explicaba todo con una serenidad que, en realidad, es propia de ella. Aun así, estaba sorprendida por todas las sensaciones que sintió en esos últimos momentos de la vida de su abuela.

Por un lado me confirmó que su abuela de joven era muy guapa, parecida a la descripción que hice de su alma. También me confirmó que era andaluza, por lo que tuvo mucho sentido que yo le escuchara el acento.

Cuando me estuvo contando la llamada de su primo y los últimos alientos de su abuela me señaló un detalle muy importante.

Lía había estado toda la tarde en el hospital, al lado de su abuela, pero sin atreverse a tocarla. Sentía, de hecho, tenía clarísimo que en el momento en que la tocara ella se iría y así fue.

Mientras estaban hablando con su primo por teléfono Lía se acercó a su abuela y le cogió la mano. En ese momento su abuela tomó su último aliento para dejar al fin su cuerpo y trascender.

No había cumplido la promesa, pero consiguió, de algún modo, reunir a toda la familia para poder despedirse.

Lía me agradeció mi viaje y la información que obtuvo del mismo, pues se quedó tranquila al saber que Gael acompañaría a su abuela en su próximo destino.

A partir de ese día, Lía se ha sentido más atraída por todo el tema místico y espiritual y ha empezado a desarrollar cierta intuición que tenía algo dormida, o que no quería reconocer, pues, en realidad, siempre ha sido muy intuitiva.



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