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Lluís (Primera parte)

Hoy te quiero hablar de Lluís, mi terapeuta.

En el primer libro ya te expliqué un poco por encima en qué consistían sus sesiones, pero hoy me extenderé algo más, pues es una de las personas más importantes a día de hoy en mi vida. Él me ayudó a tomar decisiones en momentos cruciales y desde entonces me ha ayudado a evolucionar en mi crecimiento personal y espiritual. Es una persona mágica.

Para los que sabemos que las casualidades no existen, esta es una de esas historias causales.

Conocí a Lluís en un festival de yoga al que suelo ir prácticamente todos los veranos desde hace 16 años.

Ese año fui solamente tres días. Mi situación personal era algo compleja. Me encontraba en una relación bastante tóxica que estaba llegando a su fin, pero estaba yo tan enganchada a esa relación que no me sentía capaz de separarme aun sabiendo que sería lo mejor para mí y para mi ex.

En uno de esos momentos en los que ya no podía más, decidí escaparme tres días para ir a ese maravilloso retiro repleto de terapeutas mágicos, con sus magníficas terapias que te sanan el alma. Mi intención era dejarme en manos de varios de ellos y volver renovada, y a poder ser, con las ideas claras y el valor suficiente como para tomar una decisión concreta.

A pesar de mis expectativas, el resultado no fue exactamente el esperado.

En mi segundo día de retiro yo ya me había dado un masaje energético y una especie de terapia que ni siquiera sabría definir. Cierto es que me encontraba relajada y feliz en ese entorno de paz, amor y armonía. Fue entonces cuando me fijé en Lluís.

Un hombre muy alto, corpulento con un aura especial. El caso es que desde que lo vi, me resultó muy familiar. Estuve un buen rato pensando de qué podía conocerlo, de hecho, incluso le hice una foto de estrangis para compartirla con un par de personas y que así me ayudaran a reconocerle, ¡hasta que caí en la cuenta!

Lluís había sido alumno en una escuela de terapias alternativas en la que yo estaba, unas veces dando cursos y otras veces como auxiliar. Ya habíamos compartido antes una situación espiritual, al menos en esta vida. Estoy segura de que hemos coincidido muchas otras veces. ¿Casualidad?

Entonces me presenté. Aunque antes de acercarme a hablar con él estuve observándolo largo y tendido.

Estaba Lluís con su compañera de trabajo haciendo las terapias en un rincón tranquilo del lugar, pero a la vista de todo el mundo y yo alucinaba con lo que iba viendo.

Desde mi punto de vista se veía una persona tumbada en una camilla y otros dos de pie a su lado haciendo cosas raras con las manos, los brazos…Unas veces hablaban entre ellos, otras veces hablaban con el paciente, otras no sé con quién narices hablaban…Desde fuera se veía muy raro.

Algunas veces el paciente de repente rompía a llorar, otras a gritar, a sacudir su cuerpo. Otras veces eran los terapeutas los que necesitaban del apoyo de su compañero para toser, extraer, expulsar alguna cosa que probablemente se les habría pegado del paciente.

En realidad, era muy entretenido verlos. De hecho, con una amiga que hice en el retiro estuvimos comentando todo lo que iba sucediendo en la escena que se nos presentaba e incluso jugamos a ponerles voces caracterizadas.

Una terapia realmente muy curiosa. Tanto que no me contuve y fue entonces cuando me acerqué a hablar con él.

Lluís me recibió con su magnífica sonrisa y su energía tan cercana que te hace sentir como en tu hogar.

Le expliqué que había estado observándolo y jugando a “costa de su terapia”. Él se echó a reír. Entonces le pedí que me explicara exactamente en qué consistía aquello que hacía, pues había visto cosas ”raras”, pero nunca algo tan extraño como eso.

Lluís me contó que lo que ellos hacían se llamaba kinesiología emocional. Trabajaban con el paciente a varios niveles, pero sobre todo hacían hincapié en la esfera energética y emocional.

De algún modo es muy parecido a lo que yo hago ahora en mis sesiones. Trabajan con la energía a distintos niveles, niveles que no se ven a simple vista pero que personas como Lluís puede ver, intuir, manipular.

Mediante la expresión física del cuerpo del paciente van realizando cambios energéticos que a su vez tienen también, una consecuencia física, de ahí que en sus sesiones a veces uno puede notar alguna incomodidad en algún lugar del cuerpo.

También, al mover “piezas” energéticas que no acaban de encajar, de repente el paciente desbloquea alguna emoción reprimida y de ahí que rompa a llorar, gritar, o lo que sea necesario.

En resumen, Lluís hace Magia.

Para entonces yo ya llevaba prácticamente dos años iniciada en chamanismo, pero no estaba practicando tan fielmente como ahora, así que lo que Lluís me contó me dejó alucinada. Yo debía probar esa terapia, sabía que en ella encontraría respuestas, sin embargo, no fue en el festival de yoga cuando me dejé en manos de Lluís. Por alguna razón sentía cierto rechazo, no estaba preparada para lo que vendría después.

No era mi momento. Así que le pedí el teléfono para contactarlo a partir de septiembre y quedamos en eso.

Volví de mis vacaciones con mi crisis personal muchísimo más pronunciada. Se acercaba mi 33 cumpleaños, y por alguna razón me puse esa fecha como límite para tomar una decisión que condicionaría mi destino por lo que a relaciones se refiere, pero llegó el día de mi cumpleaños y no fui capaz de decidir absolutamente nada. Estaba completamente estancada. Bueno, sí que decidí algo, llamé a Lluís.

Me dieron cita con su compañera un 20 de octubre, fecha que cambiaría mi vida por completo.

Acudí a mi cita algo nerviosa pero completamente entregada al proceso y abierta a cualquier resultado final. Estaba tan desesperada que me daban igual las consecuencias.

Cuando vas a recibir una terapia de este tipo siempre sabes cómo entras, pero nunca como vas a salir. Es algo que suelo decirles a mis pacientes a modo de advertencia (quien avisa no es traidor).

También hay que tener presente que nunca se trabaja nada que el paciente no quiera, no esté dispuesto o preparado para trabajar, así que, aunque sean tratamientos potentes, a su vez son muy respetuosos, pero conllevan grandes cambios, al menos en mi caso.

Me tumbé en la camilla que tenían preparada y en ese mismo instante lo sentí. Se abrió una especie de campo energético a mi alrededor. Podía notar un montón de presencias, corrientes de aire, energías que no sabía exactamente de donde procedían pero que erizaban toda mi piel a cada instante.

No sabía distinguir donde acababa mi cuerpo y donde empezaba el de los terapeutas, o situarme en un lugar concreto de la sala, era como si yo ocupara todo el espacio. Una sensación extraña, pero nada desagradable.

Fui con un tema muy concreto por trabajar. Romper lazos de dependencia relacionados con mi relación tóxica. Y vaya si se rompieron.

La sesión fue brutal. Hubo movimiento energético, visiones, llantos, gritos, de todo lo que había visto en el festival de yoga, y más.

Al finalizar la sesión, Lluís me dijo que habíamos hecho un gran trabajo, que volviera en seis semanas, que transcurrido ese tiempo mi vida debería ser completamente diferente.

A las seis semanas me había separado, había regresado a casa de mis padres y estaba retomando mi vida, mi trabajo personal y espiritual. Había recuperado mis amigos y mis hobbies. Era una persona completamente diferente.

A día de hoy, Lluís sigue siendo mi terapeuta. Acudo a terapia cada dos o tres meses. A veces antes. Depende del momento en el que me encuentre, sobre todo cuando veo que con mis propios recursos no estoy pudiendo lidiar con alguna situación y necesito que me echen una mano.

Las últimas sesiones, pero, han ido relacionadas a desbloquear o potenciar mis dones para ofrecer mayor disponibilidad de recursos a mis pacientes. El trabajo que hago con Lluís es lo más.

Y es ahora cuando viene lo bueno…


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